Tembleque, un pueblo enamorado de su plaza

 

Plaza Mayor de Tembleque

Plazas mayores hay muchas. Pero pocas, casi ninguna, como esta: la Plaza Mayor de Tembleque, monumento arquitectónico popular que hoy se conserva como reliquia tan bella como funcional. Todo Tembleque parece haberse detenido en el tiempo: tres mil habitantes que han mantenido la tranquilidad en sus calles y la tradición en su forma de vida. Pasear por sus aceras es tan reconfortante como perderse en un bosque de piedras. Hoy toca dejarse llevar por el encanto de los pequeños pueblos auténticamente castellanos.

[RECUERDA: Pinchando en cada foto, se amplía]

Trescientos cincuenta y siete años llevan estas columnas soportando las galerías que han visto cambiar su uso a lo largo del tiempo: puramente urbanística en el corazón del pueblo y plaza de toros hasta 1988. Un poco antes, en 1973, se reconocía su valor cultural declarándolo monumento de interés artístico. El sabor manchego del lugar se saborea en sus pórticos de columnas de granito y los corredores de la planta superior, con soportes y ornamentación realizados en madera siguiendo las orientaciones de las construcciones de uso popular del siglo XVII.

Detalle de una de las entradas a la Plaza Mayor de Tembleque

Casi todos los pueblos manchegos cuentan con su amplia plaza mayor. Espacios vacíos, huecos en medio de los edificios, agujeros donde los vecinos se concentran y centran sus cotidianas vidas. Aquí se desarrollan los quehaceres comerciales y lúdicos del pueblo durante siglos. Es la plaza más grande del lugar, pensada explícitamente para ser útil, aunque sus funciones varían a lo largo del tiempo. Pero, por encima de todo, una plaza mayor es una carta de presentación al viajero, donde las fachadas de los edificios contiguos hablan de su carácter, su espíritu, su alma y su estética. Tembleque se presenta así, representada por su coqueta plaza, como un lugar orgulloso de su modesta historia y sus rincones pintorescos. No pretende engañar, aparentar lo que no es al viajero: esto es un pueblo orgulloso de serlo. Las cruces de malta, en recuerdo de los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén (Alfonso VII les donó el pueblo), abundan por doquier. Si nos situamos en el centro, puede que tengamos la impresión de estar encerrados, quizá como aquellos toros que aquí fueron sacrificados para disfrute humano. Afortunadamente, la sangre ha desaparecido de su arena fina quemada por el sol, y hoy son los turistas y los propios lugareños los que disfrutan del espacio, cuyas tres entradas están caracterizadas por preciosas torres de cuatro aguas.

Tembleque es una de esas poblaciones aparentemente de paso. Su perfecta comunicación (al lado de la Nacional IV, a 50 kilómetros de Toledo y a 90 de Madrid) facilita su visita, pero si ésta no se produce es por pura ignorancia. Si decidimos hacer un alto en el camino aquí, pasaremos un rato tranquilo y particular. Nosotros así lo hicimos, y aunque la visita es rápida y corta, resulta placentera.
Es temprano y decidimos desayunar. No tenemos que ir muy lejos: en la misma plaza, resguardados por los soportales de madera, una cafetería decente nos alimenta en estas tempranas horas. El ambiente es cordial, cálido, cercano, a pesar de vernos por primera vez: la dueña se muestra muy amable y nos adopta como un vecino más de toda la vida. Otros lugareños entran y realizan sus quehaceres diarios, entablando alegres conversaciones entre ellos y siempre con buen humor.
Ya en la calle, la aledaña plaza con su típica fuente de piedra de molino reconforta el ambiente. Los ancianos nos miran reconociendo nuestro origen extranjero. Echamos un vistazo a los balcones y los edificios cercanos; la mayoría ha copiado la estética de la plaza mayor, con sus maderas y decoraciones idénticas, consiguiendo una simbiosis perfecta.  Algunas casonas se han rehabilitado como casas rurales, y podemos pernoctar a menos de veinte metros de la misma plaza mayor. Muy cerca también está la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, grande en su planta de cruz latina, levantada en el siglo XVI. A caballo entre el estilo gótico y renacentista, fue ampliada en el siglo XVIII, conservando hoy su cabecera poligonal. Aledaña está la ermita de la Virgin del Rosario.

Arriba, dos imágenes de la torre de la Iglesia Parroquial

Las edificaciones del pueblo mantienen su estética cuidada

Fuente moderna con ornamentos clásicos

Arriba y abajo: los vecinos han conservado la estética manchega pura.

Mientras el sol se hace un día más rey en el cielo, nosotros abandonamos el silencioso pueblo con el espíritu recargado, olvidándonos de que somos peces que necesitan de su agua turbulenta para seguir viviendo. La ciudad nos espera, pero no podremos olvidar que, lejos de nuestras vidas ajetreadas y llenas de absurdas prisas, existen reductos de tranquilidad donde a nadie se le hiere el orgullo al llamarle vecino.

6 comentarios

  1. No se me ocurre mejor texto para tan preciosas fotografías. Enhorabuena por ambas.

    Escribo como administrador del Blog Villa de Tembleque y quería preguntar si podríamos enlazar a esta publicación desde nuestro blog.

    Muchas gracias por dedicar estas palabras a nuestra Villa.

    13 agosto, 2010 en 02:23

    • Muchas gracias por tus comentarios.

      Es para mí un placer ser enlazado por vuestro blog. Lo he estado visitando y siempre me ha encantado la gente que se interesa por la historia (tanto antigua como reciente) de su tierra. Muy interesante.

      Muchas gracias y un saludo.

      13 agosto, 2010 en 15:36

  2. Precioso relato. Yo también soy colaborador del blog de Tembleque, y me ha encantado descubrir esta página.

    13 agosto, 2010 en 21:46

    • Un placer, amigo. Quedas invitado a mi blog para sucesivas visitas. Espero que te guste tanto como a mí me gustó tu pueblo.

      Saludos.

      14 agosto, 2010 en 17:13

  3. Campeón. Es el pueblo de mi familia materna. Me pareció medianamente bello desde siempre, pero después del conjunto de mensajes visuales que nos has puesto, me ha gustado más.

    6 enero, 2011 en 00:17

  4. Anónimo

    Qué forma más bonita,entrañable,amable,cariñosa,respetuosa,encantadora,hechizante,atrayente,embaucadora…de definir mi maravilloso pueblo.Gracias

    23 enero, 2016 en 20:42

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